Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.
Eduardo Galeano
Y Meteoro dice: “Hola” y ella no contesta. Meteoro vuelve a decir “Hola”, pero esta vez a un vecino, que tampoco contesta. Alguno más conocedor del barrio lo saluda con indiferencia. Y Meteoro sigue impasible. Meteoro es un vecino de mi barrio en Rosario, que conozco bastante porque solía venir a casa de un amigo acompañando a su médico tratante (un psiquiatra amigo mío también), que (...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario