Me hago cargo de mi intolerancia. Sin embargo, en una discusión con mi amiga Lau sobre el derecho de expresión en democracia, no me consideré una intolerante por pretender que no opine cualquiera.
De un tiempo a esta parte, vengo sintiendo cierto rechazo por las opiniones infundadas, las cadenas de mails truchos que difunden basura y la gente que los repite como si hubiera leído las obras completas de la filosofía posmoderna.
Por suerte apareció Andrew Oitke, profesor de Antropología en Harvard, que vino a desasnarme con su polémico concepto de “obesidad mental”. (...)
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